De todas las escursiones realizadas ésta es la que más me ha gustado. Realmente, el finde en Stevens Pass fue un "preparatorio" para disfrutar de Whistler en condiciones.
Whistler es un pequeño pueblo de Canada en la región de British Columbia (o como pone en las matrículas de los coches Beautiful British Columbia -y no mienten-). ¿Por qué había que prepararse? Bien, se trata de las montañas con mayor superficie esquiable de América del Norte. Por tanto, interesaba ir allí con el mayor número de leches ya puestas.
A mí Canadá me encanta y ya el viaje tenía muy pinta. De camino a Canadá, y siendo principios de Diciembre, había muchísimas casas decoradas en plan navideño. La verdad que ir en esas fechas a Canada es un poco la imagen idílica de la navidad que tenemos todos grabada de pequeños.
Sin embargo, estuvimos a punto de anular el viaje porque durante la semana estabamos en medio de un temporal de nieve (creo que incluso se oyó algo en España). Me dieron que incluso algún árbol se cargó el Puente de Capilano y Vancouver tuvo serios problemas durante una semana. El caso es, que como buenos españoles, fuímos (y sin cadenas). Se esperaban temperaturas de -10 y -12 grados.
Tras cinco horas de viaje y de ver casas bonitas llegamos a Whistler, no sin antes echar una meadilla en la nieve a la entrada del pueblo (recuerdo que eran 5 horas). En mi vida había visto tanta nieve junta. Al principio, no podíamos entrar en casa, por lo que echamos una pequeña guerra de bolas de nieve. La nieve estaba tan suelta que se hacía polvo antes de impactar. No nos quedó más remedio que tirar directamente las personas a la nieve.
Finalmente pudimos entrar en casa. Menudo shock! Pedazo de cas!! Hasta que la había alquilado se quedó sorprendido. El caso fue que habrimos la puerta y a cenar. Un garito con un poco de rasca y para mi gusto caro. Pero estaba bonito. Ese día ni salimos de marcha. Estabamos muy cansados.
SÁBADO:
Tocó madrugar para aprovechar el día. Alquilar los esquís y a esquiar. Realmente en el pueblo "Whistler" hay dos pedazo de montañas: Whistler y Blackcomb. El sábado fuimos todos a la que estaba sólo 5 minutos más cerca (con autobus gratuito para ir a la una o a la otra). Es decir, Blackcomb. El domingo nos enteramos que era el peor sitio para los principiantes.
Cogimos el telesilla y subimos a la pista verde. Realmente subimos, subimos, y seguimos subiendo un montón de tiempo. No se cuántas veces más grande es esto que Stevens Pass. Yo ya estaba sufientemente acojonado pensando en que todo ese tramo después habría que bajarlo.
No tardé mucho en darme cuenta de que Blackcomb era una mala elección para los novatos. Nada más empezar a bajar la pista verde, una rampa salvaje en curva a la derecha (y yo sin control direccional -giraba pero no sabía muy bien cómo-). Los que sabían decían que era peor que algunas azules de Stevens Pass. Tras pasar esa bajada y empezar un camino más suave, llegamos a un camino con poca pendiente, poca anchura y muchos árboles a los lados. En definitiva, esa primera bajada fue un calvario, pero también una gran escuela. Al final del recorrido ya iba rápido, controlaba mejor la dirección e incluso salí airoso de alguna placa de hielo.
Bajamos una vez más por la verde. Después, lo típico que haría cualquier español que se precie, bajar por una azul. Ese fue el segundo gran error del día. Me metí una leche no muy gorda, pero como la pendiente era tan grande no podía dejar de caer montaña abajo y yo como una cucaracha patas arriba. Ví como unas chicas se partían de arriba mientras resbalaba con la espalda en el suelo y la cabeza hacia la parte baja de la montaña y las piernas al alto con sólo un esquí. Por fin paré después de unos cuantos metros; en tiempo serían unos 5 interminables segundos. Un niño, que también bajaba por la pista azul recogió el esquí y me lo trajo. ¡Maldito enano!, ¡vaya humillación! Una de las ventajas de bajar con tanta pendiente es que cuesta poquísimo levantarse porque ya casi estás de pié. Fué una gran escuela, y ya bajaba por las pistas y aunque tenía muchos ¡uyss!, me caí muy pocas veces.
Por la tarde una merecida siesta, de la que ya no se levantó uno de los que vino a esquiar y acabó cansadísimo tras Blackcomb. Algunos no esquiaron más al día siguiente. Nos fuimos a cenar, esta vez a un sitio igual de carillo pero que se comía bien (ya me conocéis, quiero decir "mucho"). Lo primero que impresiona del pueblo, es lo bonito que es. Casas preciosas (nada que ver con lo que se ve por USA, que como dice Quini, se parecen a la segunda casa del cuento de los tres cerditos), el pueblo decorado en plan navideño con mucho gusto, todo nevado, precioso. Además con las piscinas de agua caliente al aire libre (y nosotros poniendo Climalit en las ventanas; hay que joderse!). (Es curioso eso de ir disfrazao de esquiador y al lado que estén bañandose en biquini).
Salimos de marcha y lo típico de Canadá: un garito lleno de un montón de lo que mis amigos llamaban "tías buenas" (ya sabéis que yo hace siglos que no uso estos vocablos así... seguidos). Esas muchachas tienen un carácter muy similar al de las americanas con la ventaja de ser canadienses. Hubo un espectáculo porno amateur en medio de la pista cortesía de un chico y una chica que se conocieron allí mismo. Como diría Paul, ¡qué país!. Nosotros nos fuimos a la cama, que al día siguiente también teníamos que madrugar. En el camino de vuelta, una leche con el coche por culpa de que el que conducía pensaba que controlaba más de lo que realmente controlaba. Me cabreó bastante por lo que podría haber supuesto, pero bueno, al menos él tomo conciencia de lo que podría haber supuesto.
DOMINGO:
Madrugón y primero a Blackcomb porque ya conocíamos la montaña y temíamos a Whistler. En la bajada, grabamos con la cámara de video. Éste es el único documento gráfico que tengo. Muy divertido. Bajamos la verde y un esquiador experimentado se cayó dos veces, lo que dice mucho de aquella verde (yo una y afortunamente no sale en el video jejeje). Subimos a Whistler (mucho más tiempo de subida) y eso que íbamos en unas especie de ascensores con capacidad para unas 10 personas. Arriba del todo, espectacular. Unas pistas anchísimas con una pendiente buena. Perfecta para aprender a esquiar. La bajada eterna. Hay que parar a descansar. En todo el día sólo subimos 3 veces a Whistler y una a Blackcomb de lo que se tarda en bajar. Acabas agotado. Me caí muy poco ese día. Ya bajaba bien por las verdes y me defiendo en las azules de allí.
Después lo peor: recoger las cosas y para casa. Adios casita de PM, adios pistas alucinantes, adiós paisaje con sus montañas y sus laguitos, estos guarros seguro que echaron de menos los paisajes discotequeros,... Un sitio de ensueño para traer a la pareja aunque no sea para esquiar (en la nieve). Es difícil describir como recuerdo este viaje. Lástima no tener fotos ni poder colgar el video.
La nota negativa se la llevó Aingeru que olvido la "mariconera" en un McDonalds o algo así. Llevaba el pasaporte, cámara de fotos, discos duros portátiles, ... Para entrar en USA, bastaron 240$ (increíble tanta seguridad, para que luego puedas pasar pagando -supongo que aparecería su entrada en USA y los datos del I-94). Renovar el pasaporte, más pasta, tener que ir Madrid a volver a hacer la visa, .... En fin, millones de problemas. Esto da que pensar si alguna vez os encotráis un bolso o una cartera de alquien. Increíble los problemas que puede acarrear.
Aunque no son mías, he encontrado un album que os puede dar una idea de dónde estuve:
Fotos no mías
Web de la estación
martes, enero 30, 2007
domingo, enero 21, 2007
Stevens Pass 18/Nov/2006 (sábado)
Después de tanto tiempo, me he propuesto actualizar de nuevo el blog. Muchas cosas os sonarán porque ya os las he contado en persona. Lo bueno es que ahora podréis ver algunas fotos.
A mediados de Octubre fuimos a pasar el sábado a la estación de esquí de Steven Pass que está a poco más de una hora de Seattle. Yo no había esquiado en mi vida y tiene narices que haya aprendido en USA.
Alquilamos el equipo y compramos el pase para usar los remontes. ¿Profesores? Por favor, somos españoles y los españoles aprendemos a ostias. Dicho y hecho. Había una pequeña cuesta por la que nos tirábamos los novatos. Al lado, una soga que nos subía de nuevo ese pequeño tramo de cuesta. El proceso de aprendizaje es realmente sencillo. Es la técnica de: coger al niño, montarle en una bicicleta y tirarle cuesta abajo; el instinto de supervivencia hace el resto. La naturaleza es muy sabia y lucha por mantener la verticalidad, pues sabe que así no hay dolor, pero la gravedad es implacable. Hay una barrera psicológica. Cuando llevas más de 2 horas dándote leches, te preguntas: ¿he sido tan imbécil de pagar por estar más de dos horas dándome leches?
Mis compañeros se fueron a tomar un café, mientras yo, que soy muy cabezón insistía. El tema es el agotamiento. El estar impulsándote con los "palillos" es agotador, cuando te caes y te quedas como una cucaracha boca arriba cuesta mucho levantarte. Hubo un momento que casi me mareé del cansancio.
Por fin, llegaron los que se habían comprometido a enseñarnos. Como estaba yo sólo, consiguieron convencerme a que subiera una de las pistas verdes. A mi no me convencía esa teoría de que buscando más pendiente aprendería mejor. A mi esa teoría me inducía a pensar a que la leche sería más gorda. Finalmente subí. Cuando empecé a ver que eso subía y subía y veía la pista y pensaba... ésto es una pista verde!?
Me tiré desde arriba me caí nada más bajar del telesilla (tuvieron que pararlo). Me caí algo así como unas 6 veces, pero notaba que ya mantenía la verticalidad. Otra cosa era el control direccional. Cuando llegué abajo, me sentía que había esquiado.
Después animé a Luis y a Pilar a hacer lo mismo que había hecho yo. Luis notó como yo la rápida mejoría. Habíamos hecho más en 10 minutos que en dos horas por una cuestecilla suave. Pilar no ha vuelto a bajar una pista desde ese momento (no se adaptó a eso de esquiar).
A partir de ahí, subir y bajar consecutivamente, y siempre varias leches en la bajada (sin olvidar la tradicional caída del telesilla). Ya al final, cuando quedaba poco más de una hora para irnos, ocurrió un gran hito: conseguí bajar del telesilla sin la oportuna caída. Se bajaron los del telesilla y todo a aplaudirme.
Finalmente ya tenía algo de control direccional, bajaba rápido, en una mezcla de paralelo y cuña. Fue por tanto al final, muy al final de la tarde cuando pude disfrutar del esquí.
El paisaje... muy chulo. Por estraño que parezca, nos hizo buen tiempo. Además casi no hubo gente y la nieve era cojonudo. Fue sin duda un día perfecto para aprender a esquiar.
Os dejo "las pruebas".
Fotos
Web de Stevens Pass
A mediados de Octubre fuimos a pasar el sábado a la estación de esquí de Steven Pass que está a poco más de una hora de Seattle. Yo no había esquiado en mi vida y tiene narices que haya aprendido en USA.
Alquilamos el equipo y compramos el pase para usar los remontes. ¿Profesores? Por favor, somos españoles y los españoles aprendemos a ostias. Dicho y hecho. Había una pequeña cuesta por la que nos tirábamos los novatos. Al lado, una soga que nos subía de nuevo ese pequeño tramo de cuesta. El proceso de aprendizaje es realmente sencillo. Es la técnica de: coger al niño, montarle en una bicicleta y tirarle cuesta abajo; el instinto de supervivencia hace el resto. La naturaleza es muy sabia y lucha por mantener la verticalidad, pues sabe que así no hay dolor, pero la gravedad es implacable. Hay una barrera psicológica. Cuando llevas más de 2 horas dándote leches, te preguntas: ¿he sido tan imbécil de pagar por estar más de dos horas dándome leches?
Mis compañeros se fueron a tomar un café, mientras yo, que soy muy cabezón insistía. El tema es el agotamiento. El estar impulsándote con los "palillos" es agotador, cuando te caes y te quedas como una cucaracha boca arriba cuesta mucho levantarte. Hubo un momento que casi me mareé del cansancio.
Por fin, llegaron los que se habían comprometido a enseñarnos. Como estaba yo sólo, consiguieron convencerme a que subiera una de las pistas verdes. A mi no me convencía esa teoría de que buscando más pendiente aprendería mejor. A mi esa teoría me inducía a pensar a que la leche sería más gorda. Finalmente subí. Cuando empecé a ver que eso subía y subía y veía la pista y pensaba... ésto es una pista verde!?
Me tiré desde arriba me caí nada más bajar del telesilla (tuvieron que pararlo). Me caí algo así como unas 6 veces, pero notaba que ya mantenía la verticalidad. Otra cosa era el control direccional. Cuando llegué abajo, me sentía que había esquiado.
Después animé a Luis y a Pilar a hacer lo mismo que había hecho yo. Luis notó como yo la rápida mejoría. Habíamos hecho más en 10 minutos que en dos horas por una cuestecilla suave. Pilar no ha vuelto a bajar una pista desde ese momento (no se adaptó a eso de esquiar).
A partir de ahí, subir y bajar consecutivamente, y siempre varias leches en la bajada (sin olvidar la tradicional caída del telesilla). Ya al final, cuando quedaba poco más de una hora para irnos, ocurrió un gran hito: conseguí bajar del telesilla sin la oportuna caída. Se bajaron los del telesilla y todo a aplaudirme.
Finalmente ya tenía algo de control direccional, bajaba rápido, en una mezcla de paralelo y cuña. Fue por tanto al final, muy al final de la tarde cuando pude disfrutar del esquí.
El paisaje... muy chulo. Por estraño que parezca, nos hizo buen tiempo. Además casi no hubo gente y la nieve era cojonudo. Fue sin duda un día perfecto para aprender a esquiar.
Os dejo "las pruebas".
Fotos
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